lunes, 23 de noviembre de 2009

Nuestra lengua: "Quien fue a Sevilla perdió su silla"

Todos los políticos se agarran a sus sillones como si estuviesen pegados a ellos, Pero sólo en español hay un dicho que describe ese miedo de los que ostentan un cargo a perder su sillón, es decir, a verse en la calle sin sus privilegios y prebendas: “el que fue a Sevilla perdió su silla”. Según los eruditos se trata de una expresión de trasfondo histórico. Allá por los tiempos del rey Enrique IV, a un sobrino del arzobispo de Sevilla, don Alfonso de Fonseca, se le concedió el arzobispado de Santiago de Compostela. El reino de Galicia estaba sacudido por revueltas e intrigas y el sobrino le pidió ayuda a su tío. Don Alfonso de Fonseca le prestó a su sobrino el arzobispado de Sevilla y marchó a Galicia a poner orden. Cuando pacificó aquel reino regresó a Sevilla, pero su sobrino, que según todas las apariencias tenía un morro que se lo pisaba, se negó a devolver a su tío el arzobispado sevillano y asumir el suyo, el compostelano. ¡Menuda diferencia entre el clima andaluz y el gallego! En fin, don Alonso tuvo que montar un cirio. Intervino el Papa, y el rey, y tuvieron que ser ahorcados algunos partidarios del sobrino de Fonseca. Por fin, el sobrino se marchó a Santiago de Compostela, pero a nosotros nos quedó el dicho de “quien fue a Sevilla perdió su silla”, que en realidad tendría que rezar: “el que se fue de Sevilla perdió su silla”. Pero ¡han pasado tantos siglos! Lo asombroso es que el dicho se haya conservado hasta nuestros días.

“Ya vendrá el tío Paco con la rebaja”.

Cuando era pequeño, oía decir a mi abuela o a mi madre: ya vendrá el tío Paco con la rebaja. Yo tenía un tío que se llamaba Paco –era mi tío preferido- y cada vez que nos visitaba, le preguntaba: “Oye, tío Paco, ¿dónde tienes la rebaja?” Mi tío se reía. La verdad es que mi tío en vez de rebajas siempre me traía alguna perra gorda para que me comprara pipas u otras golosinas. Siempre me había intrigado ese tío Paco con su rebaja y pasados los años llegué a asociarlo con algún comerciante. Con el tiempo, consultando diccionarios me enteré de que el tío Paco nunca existió, que es un personaje inventado, lo que se llama proverbial, en quien se representa la sobria realidad, esa que se encarga de poner sordina a nuestras exageradas ilusiones, pretensiones o nuestros sueños de grandeza. Por extensión, el dicho lo empleamos también cuando a alguien le va muy bien económicamente y presume de ello. Con un pelín de esa envidia tan española, solemos consolarnos diciendo: “Espera, espera, que ya vendrá el tío Paco con la rebaja

“Se ha salvado por los pelos”

Cuando alguien escapa a un peligro por chiripa, por pura casualidad o salva su vida en un trance sumamente apurado, solemos decir que se ha salvado por los pelos, un dicho que tratándose de un calvo raya naturalmente en el cachondeo. “Por los pelos” equivale a “de milagro”, “por poco”, “de pura chiripa”. Pero el origen de este dicho es bastante práctico. En 1809, el Gobierno decretó que también en la Marina tenían todos que cortarse el pelo al cero, como los demás soldados. Los marineros dirigieron un escrito al Gobierno pidiendo que retirase la orden. Adujeron con muy buenas razones que era una costumbre marinera, dictada por el instinto de supervivencia, que los marineros llevasen el pelo largo. En caso de naufragio tenían más posibilidades de salvar la vida, porque los hombres en los botes de salvamento les podrían sacar del agua agarrándoles por los cabellos.

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