sábado, 20 de marzo de 2010

Modestos

Modestos


Si usted se encuentra con una persona que no hace más que repetir: “a mi modesto entender” o “con toda humildad opino…” ándese con mucho cuidado. En la mayoría de los casos se trata de un soberbio “clandestino”, un arrogante cargado de complejos de inferioridad y cuyo máximo placer es machacar a la persona culta o brillante que tiene enfrente, desarmada ante la “sencillez” de su interlocutor. Muy astutamente, como la serpiente, el modesto-soberbio va llevando a la otra persona a un campo que él domina (“modestamente hablando”) a la perfección y cuando su interlocutor confiesa que sinceramente no domina el tema, el “modesto” se vuelca en observaciones sarcásticas contra los “generalistas”, y su “humildad” se convierte en hiriente ironía. Su “ego” acomplejado triunfa arteramente sobre la sincera autoestima de la otra persona, que no estaba preparada para el ataque.

La mejor arma contra estos ofidios es rehuir cualquier conversación con ellos, no escucharles. Darles la espalda y dejarles que viertan su veneno contra otros “modestos” o “humildes”, que suelen también ser muy vanidosos.

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