martes, 9 de marzo de 2010

Pedófilos no. Pedomaniacos

En los últimos tiempos se acumulan los escándalos de religiosos (como en EE UU, en Escocia, en Alemania) que abusan sexualmente de los menores a ellos encomendados. No puede culparse del todo de ello al celibato existente en el catolicismo. El celibato es anterior a la Iglesia Católica (existe todavía en la India y entre los budistas), que no lo impuso hasta el siglo XVI en el concilio de Trento, donde se establece de manera definitiva el celibato sacerdotal obligatorio. Puede verse como una renuncia por espiritualidad a los “placeres de la carne”, una forma más de acentuar el ascetismo de los sacerdotes. Pero una de las razones que pueden aducirse para esta anticuada medida era la de problemas de propiedad con sacerdotes casados, cuyos hijos reclamaban todos los haberes de sus padres al morir éstos, lo que incluía la parroquia. El celibato en el catolicismo de hoy es un tema a discutir en otro contexto y otro lugar, aunque puedo adelantar que en mi opinión sería mejor para el sacerdote y para la sociedad si los religiosos católicos pudiesen casarse como los protestantes.

A la par de esas noticias escandalosas de abusos a menores, del ámbito eclesial, que obligan al papa a disculpar a la Iglesia, es un hecho que casi cada día leemos noticias del tenor de que la policía ha conseguido desarticular redes de pederastas, que actuaban en domicilios privados o en internet. En estos casos yo no utilizaría el vocablo “pedofilia”, que es una palabra griega que significa “amor a los niños”. Para mí, esos perversos son “pedomaniacos”, es decir, psicópatas que sufren de “pedomanía”.

Los pederastas están causando mucho daño. En primer lugar a las criaturas de las que abusan y en segundo lugar, a quienes amamos a los niños y niñas, sentimos ternura y nostalgia por la infancia, nos encanta ver la actitud viril de un pequeño de 5 años en una discusión con amiguitos o a quienes nos embelesa y sorprende la femineidad de nenas de 6 o 7 años, que ya presumen con sus vestiditos o coquetean como si se tratara de mujercitas. ¿Quién se atreve ahora a dirigirse a los peques y dialogar con ellos? Nadie quiere correr el riesgo de que te tomen por uno de esos psicópatas pedomaniacos, la mayoría de los cuales debieran ser condenados, no a una pena de cárcel, sino a una reclusión, bajo tratamiento médico, en un centro penitenciario psiquiátrico.

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