lunes, 28 de junio de 2010

"De perros"

Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. La experiencia en los últimos diez años parece desmentir esa sentencia. Desde entonces hay registrados oficialmente más de 52 accidentes con fatales consecuencias, cuyo protagonista es un perro. No existe una clasificación completa de las razas caninas más peligrosas. La lista de la que dispongo nombra al Pit Bull Terrier, al Staddfordshire Bull Terrier y al Dogo Argentino. Pero los más peligrosos son el Doberman y el Rottweiler. Pueden convertirse en dos auténticas fieras.

La pregunta es, ¿quién es el culpable, el perro o el dueño? Para tener uno de estos perros es necesario poseer carácter y sentido de la responsabilidad. Tener un equilibrio interno que transmitir al animal, así como muchas dosis de cariño. Además, el perro necesita espacio para que el animal pueda desarrollar su conducta. Por eso es desaconsejable tener estos perros peligrosos en apartamentos o pisos pequeños. Su lugar ideal es el campo. El dueño ha de tener tiempo para atender a su perro, socializarlo y enseñarles las reglas básicas para la convivencia humana. Y, sobre todo, hay que tener ganas de mantenerlo.

Desde hace tres décadas, los españoles han descubierto su amor por las mascotas. Se han hecho europeos. Antes, se apedreaba a los perros por estos pagos ibéricos. Ahora, algunas señoras, al igual que al otro lado de los Pirineos, cuidan a sus perritos como si fuesen niños. Han desarrollado un lenguaje especial para su mascota y probablemente la mascota perciba el tono cariñoso, a juzgar por lo zalamera que se pone. Para muchas ancianas, que viven solas, la mascota es su única compañía. El animal lo sabe (“intuye”) y no se aparta del lado de su ama.

Pero en una cosa, mis queridos paisanos no son aún europeos. Me refiero a la mala educación que transmiten al perro, permitiéndole hacer sus necesidades en las aceras. En otros países europeos, los dueños de los perros han de llevar consigo una escobilla, un pequeño recogedor y una bolsita para recoger los excrementos de sus canes. Aunque dicen que pisar una “mierda” de perro, trae suerte, a mí me saca de quicio pisar un excremento canino, que no te lo puedes quitar frotando el zapato contra el bordillo de la acera y que al llegar a casa percibes claramente como un repugnante tufillo. Y en casa, ¿cómo quitar eso sin tocarlo? Te dices afortunado si encuentras una vieja espátula destinada a la basura. Dicen que los ayuntamientos imponen elevadas multas a los dueños de los perros “cagones”, pero si no hay policía, no hay multa. La policía, en todas partes, parece estar siempre en el lugar equivocado en el momento preciso.

Otra cosa que diferencia a los dueños de perros de por estas tierras de los centroeuropeos es la inclinación a abandonar la mascota, cuando ésta estorba, por ejemplo, en vacaciones. Se pone gasolina, se hace bajar al perro y luego se arranca sin él. Aún me acuerdo de los aullidos-gemidos de un hermoso pastor alemán que corría por la carretera detrás de un coche, parece ser que de Madrid, al que, por supuesto, no pudo alcanzar. Estuve a punto de atropellarlo, lo mismo que otros conductores detrás de mí, que tuvieron que frenar en seco para no chocar conmigo. Otros frenados similares se oyeron más atrás. El pobre perro casi provoca un choque en cadena. Pero la culpa era del desalmado de su dueño.

En fin, para tener un perro es necesario bastante de ética, mucho de responsabilidad y más todavía de amor a los animales. Si no es así, por favor, cómprese un pajarito como mascota.

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