viernes, 25 de junio de 2010

"Verano"

Con todos los ritos paganos de rigor, por fin, en estas latitudes estamos instalados en el verano, que paulatina o también súbitamente está subiendo las temperaturas hasta que alcancemos los 42 (e incluso más) grados. Nos enfadamos porque una borrasca nos traiga la lluvia y el granizo (en el norte de España han sufrido tremendas inundaciones), pero según avancemos hacia julio iremos deseando cada vez más que aparezcan borrascas, que nos permitan respirar. Un sueño “de verano” en Castilla-La Mancha, por ejemplo, donde la sequía es una maldición. Y el sol resplandeciente todos los días, del que nos refugiamos buscando la sombra, aunque sólo sea la sombra de un chopo. Miramos el tiempo en la televisión, esperando las ansiadas baja presiones, y sólo vemos el anticiclón de Las Azores, al que, principalmente, deben los centroeuropeos sus intermitentes veranos. Nosotros, de borrasca nada. Sol. ¡Qué monótono, todos los días el astro rey! Pero por otra parte, pensamos en los afectados por las inundaciones y el granizo y nos parece que tampoco el tiempo es justo. ¿Es que existe la justicia?

En España nos fabricamos nuestros propios inviernos en verano. Es brutal el choque entre 38 grados y los 18 grados que reinan en la peluquería. El aire acondicionado es una bendición cuando se sabe graduar, pero un tormento cuando se pone el tuntún. Cuando viajo en tren no olvido nunca el jersey. Se agradece. Pero brutal es también el choque cuando te bajas de un vagón en el que había unos 17 grados y te encuentras con la bofetada de 37 o 39 grados en el exterior. Los enfriamientos proliferan y es un milagro que no haya en verano más gente encamada.

Yo me acuerdo, en verano, en los veranos de Centroeuropa. Una semana de sol, con 28 a 34 grados a lo sumo y dos semanas de lluvia con el frescor de 24 o 20 grados. 10 grados por la noche. Las tormentas en Centroeuropa son sensacionales, hacen caer los termómetros de 30 a 12 grados. Pero también pensamos en la gente afectada por súbitas inundaciones y pedrisco. En los Alpes nieva también en verano. Es muy peligroso hacer excursiones sin el equipo adecuado y ropa de abrigo, aunque sea en agosto, en la Zugspitze, el pico más alto de los Alpes bávaros, 2. 962 metros.

Cada vez son más los españoles que huyen del caluroso estío y viajan a Centroeuropa. Se les ve por Berlín, por Hamburgo, por Munich, entre otras ciudades. Luchan valientemente con la barrera del idioma e incluso aprenden a decir “buenos días en alemán, lo cual ya les abre cordialmente la puerta. Los alemanes sienten bastante simpatía por los españoles. Ellos, que también luchan contra la barrera del idioma, te saludan diciendo: “Real Madrid”. Curiosamente, para los alemanes los “Merengues” son el principal símbolo de España. ¡Buen verano!

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