jueves, 3 de marzo de 2011

Tema de hoy: La velocidad y el tocino


A partir del próximo siete de marzo, los conductores españoles tendrán que moderar el pie con que pisan el acelerador. El Gobierno ha decidido de forma excepcional y transitoria fijar la velocidad máxima permitida en 110 km/h. La causa es la carencia de energía esperada por el caótico estado de las cosas en el norte de África, de donde procede el petróleo consumido en Occidente. Para España la situación es más sensible, debido a que depende más de la gasolina por la estructuración energética del país.

Naturalmente, el PP ya ha soltado su NO. El diputado Fernando Alonso, tras lanzar las usuales descalificaciones del Gobierno, dijo en serio que los conductores españoles se iban a dormir al volante. Le contestó el vicepresidente y ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba que él no había visto dormidos a los automovilistas de EE UU, de Suecia, Noruega, Rusia, Inglaterra e Irlanda.

El motivo de la medida es ahorrar dinero y gasolina, afirma el Gobierno. La oposición contesta con fino oído a lo que dice el personal (populismo), que lo que pretende Zapatero es aumentar los ingresos del Estado, porque ahora se pondrán más multas. De momento, quien ha de gastar dinero es el Gobierno. Según Fomento, habrá que pegatinar 6.000 se­ñales de tráfico, lo cual costará al erario unos 250.000 euros.

Los que vemos todos los días cómo circula la mayor parte de los conductores, albergamos nuestras dudas de que sean observadas dichas señales. Con el actual límite de 120 km/h. se ve a bastantes automovilistas superar con mucho los límites hasta ahora permitidos. Como siempre, escasean los controles de tráfico, así que ni siquiera un energúmeno que va a 180 km/h. es detectado y detenido. La culpa del exceso de velocidad la tiene en gran medida la publicidad del sector automovilístico, que tentadoramente presenta coches de superdiseño y velocidad de autos de carreras. ¿Para qué comprarse un automóvil de esa gama si sólo te dejan correr a 120 (ahora a 110 km/h.)? La tentación es más grande que el miedo a la ley y quien tiene un coche supermoderno tiene también que lucirlo, aunque se lleve por delante a unos cuantos inocentes conductores.

Está también la falsa creencia de que la autoestima depende de los caballos del coche. Cuánto más rápido, más macho. (Las mujeres suelen ser más cautas). Esto es lo mismo que confundir la velocidad con el tocino.

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