sábado, 14 de mayo de 2011

Pincelada: Perogrullada


Todos hemos oído alguna vez eso de: “las verdades de Perogrullo, que a la mano cerrada llamaba puño” y que hace referencia a aquella persona que dice cosas sumamente evidentes. Al parecer, “Pero” es una denominación antigua para “Pedro”, mientras que “grullo” significaría: “palurdo” o “cateto”.

En esa fuente de saber que es “Wikipedia”, tan contestada por algunos puristas, encuentro la explicación que más me convence sobre el origen del quimérico personaje:

“José Godoy Alcántara, en un ensayo sobre el origen etimológico filológico de los apellidos castellanos, dice que Pedro Grillo fue un personaje real que actuó como testigo en dos escrituras de 1213 y 1227 en Palencia; y añade: “coetáneo de Pedro Mentiras, si es que se trata del que ha hecho célebre la naturalidad de las verdades”.

Durante el siglo XV, particularmente en Cantabria, se citaba a Pedro Grillo. Existe un documento que data de 1460, titulado “Profecía” cuyo autor usa el seudónimo de Evangelista. Se trata de un breve relato en el que se describe a un profeta ermitaño a quien llama Pero Grillo. Este personaje hacía gala de una especial verborrea y lanza una profecía que es una sarta de perogrulladas, entre las que se leen cosas como: “El primer día de enero que vendrá será primero día del año, que todo el mundo no lo estorbará, si con el tiempo no se remedia. Este día amanecerá al alba. Vendrá una niebla tan grande y tan oscura que cubrirá el cielo, y no habrá hombre, por ciego que sea, que vea las estrellas a medio día”. Es muy probable que este Pero Grillo haya sufrido un cambio de nombre y que se haya convertido en el Pero Grullo citado casi cien años después, en 1551, por Hernán Núñez de Guzmán en sus Refranes o proverbios en romance.
Algunos investigadores creen que el Pedro Grillo del siglo XV evolucionó hasta Pero Grullo en el siglo XVI. Pero ya en 1605 aparece este personaje en la novela de Francisco López de Úbeda, La Pícara Justina. También Cervantes menciona a este personaje en la segunda parte de Don Quijote de La Mancha. En el capítulo LXII Sancho Panza pregunta a “la cabeza" si volverá a ver a su mujer y a sus hijos, y “la cabeza” responde: Gobernarás en tu casa; y si vuelves a ella, verás a tu mujer y a tus hijos; y, dejando de servir, dejarás de ser escudero. A lo que añade Sancho: Bueno, par Dios; esto yo me lo dijera: no dijera más el profeta Perogrullo.

El gran escritor del siglo de oro Francisco de Quevedo fue supuestamente el “inventor” de la palabra “perogrullada”. En su obra “Los Sueños”, Quevedo incluye diez “perogrulladas” en rima como la que les cito como ejemplo a continuación:

“Se volará con las plumas,
andárase con los pies;
serán seis dos veces tres,

por muy mal que hagas las sumas”.


Entre las leyendas que corren sobre esa singular y jocosa figura, se dice también que “Pedro Grullo” formaba una peculiar pareja con otro extraño individuo al que llamaban “Pedro Mentiras” porque era un mentiroso compulsivo, mientras que Perogrullo sólo decía sandeces, pero era incapaz de mentir.

Si bien se desconoce a ciencia cierta si Perogrullo es o no producto de la fantasía de algún cronista, si que tiene en Francia a un hermanito gemelo que realmente existió. Se trata del noble francés y Mariscal de Francia Jacques de Chabannes de La Palice (1470 – 1525). Aunque él jamás llegó a decir ninguna simpleza, con motivo de su muerte durante la batalla de Pavía, sus soldados quisieron honrarle con unos horribles versos que, al parecer, rezaban así:

Hélas, Monsieur de La Palice
il é mort devant Pavie
Hélas, s'il n'était pas mort

il serait encore en vie


cuya traducción al castellano sería:

¡Ay!, el Señor de la Palice
ha muerto ante Pavía
¡Ay!, de no estar ya muerto,

todavía viviría


Desde entonces, una “vérité de La Palisse” o “lapalissade” es el equivalente a “perogrullada”. No sé muy bien si esto guarda relación con el hecho de que el Señor de La Palisse cayese en el campo de batalla en Pavía (Italia), pero los italianos utilizan el adjetivo “lapalissiano” para dar a entender que algo es tan sumamente obvio y notoriamente sabido que, por lo simple, hasta da grima mencionarlo. De existir ese adjetivo en nuestro idioma, sería algo así como “perogrulladiano”.
Margarita Rey

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