jueves, 14 de julio de 2011

Pincelada: Coches oficiales


Uno de los periódicos que más me gustan, a pesar de que no es de los más grandes o más citados, es LA VERDAD. Independientemente de su sección internacional y demás páginas que comparten sus ediciones, suelo leer en Internet sus diversas tiradas locales (Alicante, Murcia, Albacete) para enterarme de lo que se cuece por ahí.

Ayer me indignó especialmente una noticia de la edición albaceteña de ese rotativo. En ella se afirma que “los coches oficiales de la Diputación costaban 300.000 euros al año”. Además, “cada uno de los cuatro chóferes que había disponibles cobraba una media de 50.000 euros al año”. Según La Verdad, que citaba al vicepresidente de la Diputación y diputado de Economía y Hacienda, Constantino Berruga, “los cuatro conductores de estos vehículos oficiales estaban a disposición de las necesidades del equipo de Gobierno, por lo que generaban muchas horas extras y complementos por festivos y nocturnidad “. Dice Berruga: “el coste económico por cada conductor oficial del equipo de Gobierno rondará los 70.000 euros con el pago de los seguros sociales incluidos, es decir, que cada chófer percibía mensualmente un salario que oscilaba entre los 40.000 y 50.000 euros”.

No sé lo que pensarán ustedes, pero a mí me parecen una desvergüenza los despilfarros que cada día salen a la luz, protagonizados por nuestras Diputaciones y Ayuntamientos. Desgraciadamente, en esta debacle están todos involucrados, tanto el PSOE como el PP. La dilapidación está al orden del día, lo malo es que, por supuesto, ni los ediles ni los mandatarios de las Diputaciones (estas últimas, a mi entender, instituciones obsoletas, de las que se podría sin remordimientos prescindir) gobernadas por el PP jamás de los jamases van a estar dispuestos a poner sus cartas sobre la mesa y publicar la mala situación de su tesorería, a menos que pierdan alguna vez las elecciones autonómicas en sus feudos tradicionales y en los nuevos que acaban de ganar en las que recientemente se han celebrado.

Yo, personalmente, puedo tener mis preferencias ideológicas. Pero, ante todo, está el sentido común, gobierne quien gobierne. Y lo que no es de recibo es que los ciudadanos tengamos que tragarnos así como así las incompetencias de nuestros supuestos “representantes” y pagar el pato por todos sus derroches. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar esta presión como si fuésemos borregos? A mi modo de ver, ya ha llegado el momento de ver de qué manera, pacíficamente y por las vías legales, les plantamos cara a esa minoría que nos gobierna. Un nuevo partido de centro-izquierda, como es en la actualidad el partido de Los Verdes en Alemania (que empezó siendo mucho más radical, pero que, entretanto, gracias a una buena política municipal y regional, ha conseguido ganarse la confianza de los votantes descontentos de todos los colores), sería lo ideal. Pero para ello nuestros votantes tendrían que mostrar más madurez, estar dispuestos a participar más activamente en la vida ciudadana y a olvidarse de intereses y rencillas o envidiejas personales (me refiero a las asociaciones de vecinos que, no pocas veces malgastan el tiempo de sus asambleas en discusiones bizantinas, cuando no teledirigidas).

Sin embargo, esa es únicamente una cara de la medalla. Pues, ¿de qué nos sirven todos los sacrificios si ningún gobierno europeo está dispuesto a dar el gran paso de “adelgazar”, de una vez por todas, esa cabeza hidrocefálica que es la Unión Europea y todas sus diversas ramificaciones y representaciones?

Mientras tanto, poco a poco, nuestra vieja Europa, país por país, por la codicia de la especulación y el malhacer de sus gobernantes, se va yendo a pique como el “Titanic”. Veremos cuántos botes salvavidas llevamos a bordo.
Margarita Rey


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