viernes, 16 de diciembre de 2011

Pincelada: Sexting



Después del ciberbullying, es decir el acoso sexual por internet y teléfono móvil, que se ha convertido en los últimos tiempos en una plaga muy extendida entre los jóvenes, se está hablando ahora cada vez más de una nueva modalidad de hacerles la vida imposible a amigos, compañeros de clase o de trabajo. Se trata del llamado “sexting” o “sexying”, una palabra comprimida derivada de los términos ingleses sex y texting (redactar un mensaje).

Cierto, la mayor parte de los que utilizan esta nueva modalidad de jorobar al prójimo son adolescentes, pero no faltan tampoco los adultos que se vengan así de alguien quien, tras tener una aventura con él (ella), le da la patada porque no desea mantener una relación continuada con su pareja de una o más noches.

Me estoy refiriendo a algo tan asqueroso, sucio y obsceno como grabar a alguien con el móvil sin su consentimiento durante el acto sexual y colgar las fotos en la red o mandarlas por móvil a amigos o compañeros de la víctima cuando ésta, mayormente alcoholizada o bien obnubilada por las drogas, se entrega a su pareja y realiza prácticas sexuales dignas de aparecer en cualquier película pornográfica.

La diferencia entre el llamado cibersexo, en el que se mantienen conversaciones subidas de tono a través de chats o se graban vídeos que se cuelgan, de común acuerdo, después en la red, el sexting es mayormente un acto de venganza de alguna ex pareja resentida, aunque nada más lo haya sido de forma ocasional. El problema es que se trata de imágines eróticas o pornográficas robadas, cuyos contenidos, al publicarse en la red y estar a la vista de todos, pueden convertirse en algo que puede incluso llevar a alguno de los implicados al suicidio, sobre todo si están en una edad difícil o si ocupan un alto cargo, y más en el caso de homosexuales que llevan una doble vida.

A mi modo de ver, ya sería hora de que algún organismo nacional e internacional tomase cartas en este nauseabundo asunto y pusiese coto a este nuevo tipo de acosos, uno más en nuestra sociedad del desmadre.
Margarita Rey

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