miércoles, 25 de enero de 2012

Pincelada: La tortuga boba

 

Tengo que reconocer que me encantan las tortugas. No sé si será por su aspecto tontorrón o por sus andares vacilantes y faltos de gracia, pero lo cierto es que me causan una especial ternura.

Hace algunos meses les presentaba a las “tortugas moras”. Hoy le toca el turno a la “tortuga boba”, la caretta caretta. Disculpen si me repito en el tema, aunque lo cierto es que las dos especies poco tienen que ver la una con la otra, puesto que la “tortuga mora” es de tierra y la “boba”, de agua.

Esta especie de tortuga marina es la más frecuente en el Mediterráneo. Sin embargo, la disminución de sus poblaciones es francamente alarmante Diversos estudios señalan que las poblaciones de tortugas que se encuentran en nuestras costas provienen del Caribe.

La especie que hoy nos ocupa es la “tortuga boba” que desova en Cabo Verde. Vive en aguas profundas y a menudo se halla cerca de la costa. Es omnívora con hábitos carnívoros. En Cabo Verde las matan para comérselas. Por ello, en la actualidad se utilizan nuevas técnicas para que esas tortugas aniden en Canarias y en el Cabo de Gata. Se crean nidos artificiales y se trasladan las tortugas a estos lugares, fuera de la ruta habitual de las tortugas, manipulándolas lo mínimo para evitarles el estrés.

Los primeros años del crecimiento de la tortuga boba son un enigma, por lo que los científicos trabajan en un terreno virgen. Hay muchos misterios por resolver, entre ellos por qué las tortugas crecidas en cautividad en sus nuevos hábitats siguen volviendo a las playas de Cabo Verde para desovar. Todo parece indicar que se trata de memoria genética y es muy posible que con el tiempo se consiga “cambiarles el chip”. Pero, de momento, todavía no se ha encontrado ningún medio para neutralizar ese hábito que les cuesta, año tras año, masivamente la vida.

Lo que está claro es que el hombre es el único ser capaz de salvarlas, a pesar de haber sido él el principal causante de que la tortuga boba se encuentre ahora al borde de la extinción. Por una parte, la pesca exhaustiva por las flotas palangreras, los enmallamientos accidentales en objetos flotantes o en redes de pesca, la contaminación o el comercio ilegal y, por otro, el consumo de su carne por los habitantes de Cabo Verde que la consideran como una “delicatesse”.
Margarita Rey


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