lunes, 26 de marzo de 2012

Pincelada: Peleas de gallos



España no es un país muy amante de los animales o, si lo prefieren, los españoles tienen poca sensibilidad cuando se trata de la vida y el sufrimiento de esas pobres criaturas. No quiero entrar aquí en la polémica de los toros, protagonistas de nuestra “Fiesta Nacional”, tristemente conocida allende de nuestras fronteras, ni de denigrantes espectáculos como el “toro de Tordesillas” o los toros “embolaos” de innumerables celebraciones locales. No, hoy les voy a hablar del maltrato a los gallos.

La noticia salió hace unos días en toda la prensa y mis ojos no daban crédito a lo que estaban leyendo ante tanto salvajismo. En la Vega Baja alicantina, en Callosa de Segura para ser más precisa, agentes de la Policía Judicial detuvieron a 46 personas implicadas en peleas ilegales de gallos. A los pobres gallos se les amputaban las crestas y, para hacerlos muy agresivos y sobreestimularlos, eran dopados con anfetaminas, cafeína o estricnina. La operación, denominada "Cresta", fue llevada a cabo por la Brigada Provincial de Policía Judicial-Unidad de Droga y Crimen Organizado (UDYCO) de Alicante.

La Asociación Gallística Cultural Alicantina del Sevilla, una asociación cultural para la cría y exportación de gallos de raza para combates en el extranjero, servía de “tapadera” para organizar peleas mortales de gallos contra sustanciosas apuestas de dinero (entre 300 a 600 euros). Incluso, de vez en cuando, se celebraban luchas por cantidades de hasta 10.000 euros (“la pelea del millón”). Las peleas tenían lugar en fines de semana o días festivos, con el fin de conseguir el mayor número posible de visitantes y participantes en las apuestas, que solían desplazarse al local desde la zona de Alicante y provincias limítrofes. Sólo la entrada al "tentadero" costaba ya 10 euros por persona.

Aunque cada pelea no solía rebasar los 15 minutos, en este corto espacio de tiempo los gallos (que previamente habían sido entrenados hasta lograr que cumpliesen las condiciones físicas y el grado de agresividad ideales para estas peleas) sufrían un martirio indescriptible. No hay que olvidar que llevaban los espolones limados para que se convirtiesen en armas mortales o cuchillas de afeitar fijadas al espolón. El gallo ganador es el que consigue dar más toques con el espolón. Pero más de una vez se ha dado el caso de que uno de los gallos haya muerto desangrado antes de que finalice la pelea.

Hasta hará unos diez años, las peleas de gallos con apuestas eran un espectáculo habitual en plazas y parques de muchos pueblos de la Comunidad Valenciana, especialmente en las comarcas de La Vega Baja y del Vinalopó (aunque tengo noticias de que existe gran tradición en Asturias y Andalucía). Pero, debido a las nuevas Leyes contra el maltrato a los animales, la policía persigue con gran empeño las peleas clandestinas de gallos, deteniendo y poniendo a disposición judicial a sus organizadores.

Según las sociedades protectoras de animales, la reaparición de este tipo de brutales combates tendría su origen en el gran número de inmigrantes sur- y centroamericanos que viven en España, en cuyos países la lucha de gallos es una práctica lícita. Eso explicaría el resurgir virulento de esta siniestra diversión.

Entretanto, el Tribunal Superior de Justicia informó que el juez ha imputado a los seis organizadores de las peleas ilegales de gallos por un supuesto delito de maltrato a los animales y una falta por utilizarlos en espectáculo público. Al parecer, según fuentes policiales, algunos de los cabecillas del ilícito grupo ya habían sido arrestados hace un año en Murcia por montar otro tentadero de peleas de gallos. Ahora, después de tener conocimiento de los pormenores sobre el brutal maltrato y ensañamiento de los implicados con las infortunadas criaturas aladas, algunas Protectoras de Animales de la Vega Baja se plantean la posibilidad de personarse como acusación popular en las actuaciones para evitar que se repitan hechos tan abyectos como los que les acabo de relatar.

Por lo que a mí respecta, desearía fervientemente que todo el peso de la ley cayese sobre estos desalmados. Unos delincuentes quienes, por afán de lucro, no dudaron en organizar esos sangrientos y vergonzosos espectáculos, cuya crueldad contra las indefensas aves rebasa todo lo imaginable y que son totalmente indignos de seres racionales supuestamente civilizados.
Margarita Rey

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