jueves, 17 de mayo de 2012

Tema de hoy: Manuel Valls



Los franceses ya tienen nuevo gobierno. A los españoles nos es muy grato constatar que Manuel Valls, nuevo titular de la cartera de Interior, es un español, de origen catalán. Nació en Barcelona, hijo del pintor Xavier Valls. Valls, (49), se naturalizó francés a los 20 años de edad. Pertenece al ala derecha del Partido Socialista francés.

Valls propugna una izquierda sin complejos y acabar con los viejos santones del Partido Socialista: un buen ejemplo para el confuso PSOE.

Si comentamos aquí esta noticia es porque nos sirve para echar una mirada a la política de extranjeros en los demás países europeos en cuanto a la política de integración. Negativamente figuran aquí Alemania y Holanda, donde rige el “ius sanguinis” en vez del “ius solis”. En Alemania, todavía en los 60 era casi imposible obtener la nacionalidad alemana, si no se tenía origen alemán (o, como decían los chistosos, al menos un perro pastor alemán en la familia). Los que conseguían superar todas las trabas burocráticas, tenían que pagar una suma proporcional a sus ingresos para recibir la deseada acta de naturalización.

En Francia, por el contrario, desde siempre se ha considerado francés a toda aquella persona nacida en el país. Y, al llegar a su mayoría de edad, ésta puede libremente optar por una de las dos nacionalidades, la de origen o la francesa. Esta ha sido durante muchos años la política de integración del estado francés que nunca puso trabas a la naturalización de jóvenes talentos como Manuel Valls aunque no hubiesen nacido en tierras galas.

Han pasado los años y el asunto de la población extranjera ha cambiado mucho aunque para peor. Alemania, con casi 8 millones de extranjeros, de ellos unos dos millones de turcos, ha abierto mucho la mano en sus políticas multiculturales. Los turcos reciben ahora la nacionalidad alemana casi regalada. Pero son muy pocos los turcos, severamente educados en el Islam, los que desean “ser alemanes”. Algunos de los que han adquirido un pasaporte alemán, acuden a su consulado, donde les devuelven la nacionalidad otomana, sin requisar el pasaporte alemán. Tal proceder enfurece a las autoridades alemanas.

Un caso como el de Manuel Valls, sería imposible en Alemania, donde le seguirían considerando un extranjero pese a poseer la nacionalidad del país. Argumentarían que, aunque jurídicamente fuese alemán, el cargo es demasiado sensible “para ser ocupado por un foráneo”.

La nominación de Valls como Ministro del Interior denota un nuevo empuje de la política francesa hacia los extranjeros. Seguro que Manuel Valls será un excelente representante de la patria que libremente eligió: Francia.

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