miércoles, 18 de septiembre de 2013

Atalaya: Las masas



 
El filósofo español, José Ortega y Gasset empezó a publicar en 1929 una serie de ensayos, presentados después como libro de bolsillo, sobre un tema muy candente en aquellos tiempos revolucionarios, cuando parecía que las masas (amorfas) iban a inundar todo el mundo y acabar con las elites. Todo sería vulgar como el pueblo.
 
La obra de Ortega me pareció muy interesante, pero, en mi opinión, era inferior al análisis que hizo Carlos Marx del estado político-social de su tiempo. Ortega se limitaba a exponer, pero no adelantaba posibles soluciones para el futuro. Estas podían parecer elitistas, pero no se puede negar que las masas necesitan liderazgo, pero no paternalismo. El pueblo es sólo una abstracción demagógica. Suena muy bien eso de que “el pueblo unido jamás será vencido”. Pero no es verdad. En todos los países con conflictos vemos a diario cómo los tiranos y los déspotas masacran al “pueblo”, es decir, a los que se rebelan contra la tiranía. Las llamadas democracias populares, como China, son muros de hormigón armado, que impiden o limitan la libertad de los “súbditos” de un partido único, dirigido por una elite que lo domina todo.
 
A mi entender, el gran desafío del tercer milenio será conseguir que se forme (no indoctrine) a las llamadas masas. Que los políticos sean honestos, sinceros, que no mientan descaradamente a los electores: (“Rajoy: el PP es el partido de los trabajadores”). La misión del político es la de representar a sus votantes. Todos los políticos tienen el ineludible deber de abrir cada vez más márgenes a la democracia, identificándose con la sociedad democrática, en la que ha de invertirse más fondos públicos que en otros sectores. Para la sociedad lo principal es la salud y la educación. El amiguete de Rajoy, Ignacio Wert (apellido alemán), se está cargando la educación en España, con su filosofía elitista de eliminar becas, porque no todo el mundo de los no privilegiados podrá estudiar en España. Un gobierno auténticamente democrático hubiese expulsado al señor Wert de su cargo.
 
Si no queremos seguir siendo el furgón de cola en la Europa próspera, las generaciones venideras (y las que ya han llegado) tendrán que ilustrar a las masas, que, por ejemplo, en lo político y en lo religioso (las dos fuerzas sociales más antiguas y fuertes de la humanidad) viven en el oscurantismo, a pesar de estar en el siglo XXI. La fe es la cadena, hasta ahora indestructible, que aherroja las mentes, haciéndolas esclavas de mentiras, disparates, tiranos y dictadores. Si bien el político representa a sus votantes, no olvidemos que quien se dedica a la política (por vocación, no por ánimo de lucro) es responsable ante cada uno de sus electores.
 
Yo diría: “El pueblo ilustrado jamás será hollado”.
 
 

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