sábado, 14 de septiembre de 2013

Atalaya: Piojos




 
El otro día me llamó la atención en la tele una campaña en forma de dos elegantes anuncios contra los piojos. Si mal no recuerdo, después de la II Guerra Mundial estos repugnantes y molestos insectos fueron una de las plagas de la población europea –incluida España-, contra la que denodadamente se luchó, creando la industria química eficaces productos como el Cruz Verde español. A mediados de los años sesenta del pasado siglo, apenas quedaba rastro de ftirápteros, según la denominación científica de este asqueroso bicho.
 
Pues bien. Según se deduce de los anuncios citados, el piojo, sinónimo de miseria, vuelve por las andadas, no sólo en España. En los países nórdicos, entre ellos Alemania, podemos leer también notas o avisos en contra de la existencia de  piojos en las escuelas. Y como siempre se necesita un culpable, se señala, no sin razón, a los niños de los inmigrantes que pegan los piojos a sus compañeros.
 
Los parásitos tienen como hogar la suciedad y la ausencia de higiene corporal. Ya se pueden anunciar en la televisión los más eficaces productos contra los piojos y las liendres: si las familias inmigradas, no adoptan los usos del aseo, sobre todo antes de enviar a sus pequeños  al cole, éstos en los comedores y en el recreo estarán creando cada día una nueva generación de ftirápteros. ¡Ya pueden las industrias del ramo fabricar productos cada vez más eficaces!
 
No se sabe si por mala conciencia o por estulticia, todo el mundo que sólo pone los puntos sobre las íes, siente remordimientos de conciencia y teme ser tachado de racista. Hace tiempo que los traficantes de personas han comprendido la gran fuerza de la palabra racista, que es la primera que enseñan a sus víctimas para defenderse verbalmente en el país de acogida. Racista no es quien sólo desea ayudar al inmigrante  a llevar una vida normal (integración), si no quien desprecia al inmigrante, por ser “el otro”, por el color de su piel y por miedo al contagio con sus costumbres.
 
Los antirracistas sí  que se preocupan de los piojos, pues desean para los niños extranjeros el mismo estándar de vida que para los nativos. Sin embargo, dudan reprender o perseguir a aquellos inmigrantes dedicados a la delincuencia o al crimen. por miedo a que se les tache de racistas.
 
Los estados europeos deberían, a mi parecer, tomar cartas en el asunto, ya que tienen el deber de velar por el bienestar y la seguridad de sus ciudadanos.
 
 

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