martes, 3 de diciembre de 2013

Atalaya: Delincuencia extranjera en España



Desde los últimos años, España se ha convertido en un paraíso para los delincuentes extranjeros. Los más activos son los kosovares y los rumanos, en gran parte antiguos militares del extinto Ejército Rojo. De ahí se explica la exactitud de sus atracos a chalés habitados y la habilidad de su fuga. Acostumbrados a matar, no les importa ni su vida ni, por supuesto, la de sus víctimas. Saben hacer frente a la policía como si estuviesen en un combate. Sus fechorías han generado una clase de miedo e inseguridad que no se corresponde con las cifras de delincuentes españoles: un 70%.
 
La explicación de esta delincuencia (a la que hay que sumar la de búlgaros, rusos, chinos, latinoamericanos y subsaharianos), está en que España es uno de los países desarrollados de Europa, que atrae a un flujo de inmigrantes, con los que se mezclan o detrás de los que se esconden los delincuentes extranjeros. Además, con el tratado de Schengen (desaparición de los controles fronterizos en los países pertenecientes a dicho tratado), los criminales extranjeros encuentran desde España un camino fácil a la Europa aún más próspera. De hecho, la Unión Europea ya advirtió a España de que vigile más severamente sus costas y halle una solución al problema de las pateras.
 
Es elocuente para valorar la incidencia de la criminalidad extranjera organizada, el porcentaje de extranjeros que están encarcelados. Uno de cada tres reclusos es extranjero. Entre 2.005 y 2.010 su número aumentó un 135,6%. Sólo en el último año ingresaron en la cárcel 1.679 personas y ocho de cada diez eran extranjeros, según datos de la Agrupación (sindicato) del Cuerpo de Ayudantes de Instituciones Penitenciarias (ACAIP).
 
Casi un 40% de los presos extranjeros son preventivos, mientras que el porcentaje de los españoles es del 14%. Las cifras referentes a los extranjeros son engañosas porque entre los reclusos también figuran ciudadanos de la UE y otros extranjeros no inmigrantes.
 
Después de los rumanos (en los que hay que incluir a sus numerosos gitanos), tal vez las mafias menos conocidas, por su sigilo, sean las más peligrosas y violentas. Los traidores (chivatos) son castigados con la muerte. Los jefes de estas mafias, llamadas triadas, residen en los lujosos rascacielos de Hong-Kong, de donde parten también las directrices. En alguna ocasión ha habido un choque (ajuste de cuentas) entre las mafias chinas y las otras mafias que operan en España. Los chinos blanquean el dinero en restaurantes o tiendas de diversas ciudades.
 
Los delincuentes rusos operan a un alto nivel económico y residen en ricas localidades como Marbella. Los delincuentes procedentes del Subsáhara actúan preferentemente con las top mantas (extendidas en el suelo con diversos artículos de dudosa procedencia), y huyen, haciendo de la manta un saco, cuando ven a un policía. Otros subsaharianos apuestan por la droga, en su mayoría como “camellos”, pero también estos inmigrantes pueden trabajar voluntaria o involuntariamente para mafias negras. Un ejemplo: en el sector de la top manta, en el que una o varias mafias podrían suministrar la mercancía. Vender música por libre está prohibido a instancias de la Sociedad de Autores, porque perjudica económicamente a compositores y cantantes.
 
Una especialidad que cunde en los últimos tiempos es robar automóviles de alta gama, que una vez retocados y provistos de documentación falsa  son introducidos en países musulmanes, donde tienen muy buena acogida por parte de árabes pudientes.

 

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