jueves, 19 de diciembre de 2013

Atalaya: Las Navidades


 

 
Las fiestas más bellas en el mundo cristiano son, sin lugar a dudas, las Navidades. Las Navidades tienen un origen pagano. En la antigüedad clásica, los griegos y los romanos celebraban los solsticios de invierno y de verano con grandes fiestas: bacanales, orgías, luchas de los gladiadores en los coliseos en presencia del Cesar, competiciones de carros de combate y grandes banquetes, en los que fluía el vino y se desataba lo sexual con bellísimas mujeres o dulces efebos.

Para la incipiente Iglesia cristiana, todo aquello era pecado, pero no podían arrebatárselo al pueblo sin provocar una  nueva persecución por las masas irritadas. Así, los llamados padres de la Iglesia idearon situar estas fiestas a partir del 25 de diciembre, día de la Natividad, es decir, el nacimiento de Jesús (nadie sabe hoy todavía cuándo nació el que sería Jesucristo, el Hombre-Dios de los cristianos). Lo religioso quedó anclado en estas fechas junto con lo pagano.

El solsticio de invierno como el de  verano era una adoración  al sol, como fuente de la vida, de la fertilidad. Esta vieja tradición ha continuado hasta nuestros días, aunque ya nadie se acuerde de qué se trata. Para los cristianos el 24 de diciembre e es Nochebuena y el 25 Navidad, fiesta del amor al prójimo, de la caridad y del calor humano en un mundo cada vez más frío, más egoísta y cruel. En los países del Norte de Europa existe la tradición de Papá Noel, un personaje vestido de rojo, que contrasta  mejor con la nieve, que montado en un trineo tirado por renos, lleva al hombro un abultado saco lleno de juguetes y golosinas para los niños, que recibirán, estos regalos en la tarde de Nochebuena  debajo  del árbol de Navidad. En tierras anglosajonas regala juguetes a los niños Santa Claus. En España, desde hace siglos, existe la costumbre de montar un belén o nacimiento con el establo donde nació Jesús, que después sería arropado por María y José, sus padres y por el aliento de un  buey y una vaca, mientras fuera se habían congregado pastorcillos y pastorcillas, con sus rebaños y sus perros. Los belenes tienen imitaciones de un pueblito judío, un río de papel de plata corre frente a donde está el niño Jesús con sus padres. En algunos nacimientos pueden verse también a campesinos y artesanos  haciendo sus labores.

Pero esta antiquísima tradición cristiana tiene que convivir en nuestro tiempo con los personajes nórdicos y con el árbol de Navidad, un abeto o un pino. En algunas familias españolas existe ya la costumbre de regalar también juguetes a los niños, debajo del árbol en Nochebuena. Una ganancia para los pequeños y para los comerciantes, pues en España existe también la festividad de los Reyes Magos “6 de enero”, que lo mismo que sus colegas nórdicos traen juguetes y golosinas, pero los dejan en la madrugada del  día 25, para que los peques los encuentren cuando despierten.

Este año ha habido un pequeño incidente con Gaspar, a quien un juez había mandado a prisión preventiva por un presunto delito de blanqueo de varios millones de euros negros en Suiza. Dada la gran popularidad de Gaspar entre los niños, el juez ha decidido dejar en libertad bajo fianza al presunto, con la obligación de presentarse cada 15 días en el juzgado. Así, pues, también este año, estará Gaspar en la cabalgata. Los demás presuntos corruptos podrán ver la cabalgata en la televisión de su casa, ¿quién sabe?.

Otro peligro se cierne sobre los belenes. El papa anterior, Benedicto, alias Ratzinger, declaró el año pasado que Jesús no había nacido en Belén, sino en Nazaret, en casa de sus padres, María y José el Carpintero. No hubo una huida a Egipto. Nunca hubo  una matanza de niños (Día de los Inocentes), pues el sangriento Herodes (que no quería a un Rey de los Judíos)había fallecido cinco años antes del nacimiento de Jesús, el hombre que transformó con el paso de los siglos el mundo antes de desaparecer sin dejar rastro. No hay ninguna prueba de que se hubiera refugiado en la India  con su amiga, María Magdalena ni tampoco consta en ningún libro de la Historia de Francia, que María Magdalena hubiese huido a Marsella con el legendario Santo Grial, que algún avispado historiador interpreta incluso como el hijo de Jesús y Magdalena, haciendo un juego de palabras en francés: “Sang Royal”.

Las Navidades españolas son para mí las más bonitas del mundo, dejando a un lado los postizos religiosos. Pero si a los creyentes les gusta asistir a la Misa del Gallo, nadie tiene derecho a querer impedirlo Ni siquiera en la extinta Unión Soviética, excepto en los tiempos del carnicero Stalin, la KGB no persiguió a los cristianos que acudían de noche a sus iglesias ortodoxas. Con la caída del comunismo, las iglesias ortodoxas se llenaron al día siguiente  de fieles. Paras mí es seguro que sin hacerle caso a Ratzinger los belenes españoles seguirán existiendo y aunque cambie el del Vaticano.

Estas Navidades, los peregrinos a “los Santos Lugares” tendrán seguro un nombre en sus bocas: “Francisco”.

 

 

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