viernes, 21 de febrero de 2014

Pincelada: Réquiem por un programa


 
Probablemente se extrañen cuando lean mi confesión: echo de menos Intereconomía. Por supuesto, no todas sus emisiones (algunas eran infumables), pero otras, como la tertulia “El Gato al agua”, no me parecían mal.
 
Sin embargo, aunque no lo seguía con regularidad, había un espacio que me gustaba mucho y que me sabe muy mal no poder ver más. Me estoy refiriendo a “Queremos opinar”, el programa conducido y dirigido por un presentador muy especial: el carismático Carlos Fuentes, un franciscano manchego-catalán, que vive en un convento de Sabadell.
 
Este peculiar fraile llevó a Intereconomía a batir récords de audiencia, hasta entonces desconocidos por esa cadena, y  llegó a alcanzar alguna tarde más de medio millón de telespectadores. Con una apariencia de intelectual progre, algo amanerado, este curioso casi sacerdote (al parecer, se ordenará el próximo mes de mayo) de 51 años, alterna desde hace años exitosamente las clases como profesor en un colegio con actividades periodísticas en la radio y la televisión. Su secreto para conseguir récords de audiencia ha sido siempre la elección de los tertulianos, conocidos o de prestigio (Ramoncín, Lidia Falcón, Gonzalo Bernardos o Jordi Cañas) , exponentes todos ellos de las diversas tendencias político-sociales de nuestra sociedad. A ello hay que añadir la participación, en directo y sin ningún tipo de restricción, de los oyentes, así como su compromiso social y su patente defensa de los más desfavorecidos, que encuentran en sus programas un foro para contar sus cuitas, contar sus miserias o expresar su desacuerdo con la política del gobierno, especialmente en lo que respecta a los recortes que dominan todos los ámbitos desde que Rajoy ganó con mayoría absoluta las últimas elecciones (vean los botones de muestra publicados por YouTubelavanguardia.com:
 
Por mucho que me haya esforzado, no he conseguido encontrar en la parrilla ningún espacio parecido, en el que el ciudadano tenga la posibilidad de participar de manera tan activa, exponiendo sus quejas o, incluso, tratando de recabar de alguna forma ayuda a sus, a menudo graves, problemas.
 
Esa es la causa principal por la que añoro a Intereconomía, a pesar de la aureola “carca” que, probablemente de forma bastante justificada, flotaba sobre esa cadena. Descanse en paz.
Margarita Rey

 

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