sábado, 12 de abril de 2014

Atalaya: La lengua catalana



Artur Mas, Presidente de la Generalitat de Cataluña, empujado por los separatistas de Izquierda Republicana, sigue erre que erre con la idea de la consulta sobre la independencia de Cataluña.
 
El señor Mas, cuya patria es el catalán, recurre a la manida fórmula de “hecho diferenciado” para calificar a Cataluña, que nunca en su Historia ha sido un reino, sino un conglomerado de condados, no pocas veces enemistados entre sí. ¿Quiere quizás el señor Mas convertirse ahora en el nuevo Wifredo el Velloso (Guifré el Pilós), uno de los más conocidos héroes catalanes, cuyos dedos manchados en su propia sangre estarían representados -según la leyenda- en las cuatro barras de la senyera?
 
La Historia catalana parte de un mestizaje, como el que vivió toda Iberia, con los iberos y otros pueblos: los celtas, los fenicios, los griegos (presentes todavía hoy en sus colonias Rosas y  Ampurias), los cartagineses, los romanos, los germanos (godos y alanos),  los árabes y, finalmente, los francos, cuya frontera defensiva contra los moros, la Marca Hispánica, que iba de Pamplona hasta Barcelona, estaba formada por condados dependientes de los monarcas carolingios. De entre ellos, sería el de Barcelona el llamado a alcanzar el mayor protagonismo.
 
No pretendo aquí adentrarme en la Historia de Cataluña, de la que existen innumerables versiones, dependiendo de la tendencia política de su autor y que se pueden leer bastante detalladamente en Wikipedia, sino simplemente una pequeña sinopsis de la historia del idioma catalán, una lengua hablada por casi 12 millones de personas en 18 territorios y de la que los españoles desconocemos casi todo.
 
La lengua catalana nació del latín vulgar y ha vivido periodos de gran esplendor literario, como en la Edad Media y la llamada “Renaixença catalana” (siglo XIX), aunque también ha tenido periodos de decadencia (siglos XVI, XVII y XVIII)  y de casi destrucción (con la dictadura de Franco).
 
Partiremos pues del origen de la lengua catalana, el latín vulgar, tomado de los romanos que se establecieron en la antigua colonia griega de Ampurias. La romanización de Cataluña no fue uniforme: el Ampurdán fue intensamente romanizado, mientras que en la zona de Olot la influencia romana fue menos intensa. Ya por aquel entonces existía una especie de bilingüismo. El latín, idioma oficial del Imperio Romano, se impuso finalmente a las lenguas indígenas. Sin embargo, el latín hablado en los territorios hispánicos, al conservar muchas particularidades lingüísticas de las lenguas indígenas, era muy diferente al que se hablaba en Roma, capital del Imperio.
 
Cuando en el siglo V, el latín comenzó a descomponerse, nacieron las llamadas lenguas románicas, entre ellas el galaico-portugués, el español (lengua vehicular o koiné utilizada por los comerciantes vascos y catalanes para entenderse), el catalán, el occitano, el francés, el sardo, el italiano,  el rumano y el retorrománico (los Grisones, Suiza). El catalán tiene una mayor relación con el occitano, pero cuando se acabaron las relaciones culturales en el primer milenio, la lengua catalana se fue vinculando cada vez más a las lenguas iberorrománicas: el catalán presenta más afinidades con el francés y el portugués que con el español. Con la llegada de los germanos a la Península Ibérica, el catalán se fue desarrollando como lengua oral. Tomó préstamos de los germanos y de los árabes. Todo este legado lingüístico sería la base del catalán actual.
 
Con la decadencia del Imperio Romano, los visigodos fueron ocupando los territorios que habían abandonado los romanos (siglo V al VII).A principios del siglo XII empiezan a aparecer los primeros documentos laicos, jurídicos y religiosos sólo en catalán.
 
En el siglo XIII, con Jaime I El Conquistador (1208 – 1276) el catalán se extendió por el Mediterráneo, hasta las  zonas de Valencia, Sicilia y  Cerdeña, (sobre todo la ciudad de Alguer -Alghero en italiano- fue repoblada completamente por catalanes),  y finalmente Grecia y Neopatria.  En ese mismo siglo aparecen los primeros textos jurídicos y comerciales en catalán. En el campo literario, el autor más conocido dentro de la prosa catalano-mallorquina es Ramón Llull (1232-1315), que utiliza en sus escritos la lengua catalana (“la que habla el pueblo”, como dijo el gran poeta castellano  Gonçalo de Berçeo refiriéndose a sus “paisanos” castellanos). Por todo ello, se le considera como “creador” por excelencia de dicha prosa.
 
En el llamado “siglo de oro de la literatura catalana” (XV), los escritores y poetas más destacados son Jaume Roig, el valenciano Ausiàs March, Roís de Corella y Joanot Martorell, con su obra “Tirant lo Blanc”, considerada la primera novela moderna de la literatura europea.

El siglo XVI supone un gran retroceso, tanto en el campo político como en el cultural. Por venganza, porque Cataluña  había luchado aliada a los  carlistas en la Guerra de Sucesión, el Borbón Felipe V estuvo a punto de arrasar a los catalanes. Pero tal vez, lo más trágico para Cataluña fue la represión de todo lo catalán, incluida la lengua catalana.
 
Esto duraría hasta el siglo XIX donde comienza esa etapa de recuperación en los ámbitos económico y cultural que se conoce como Renaixença. Gracias a escritores como Jacint Verdaguer, el dramaturgo Àngel Guimer i Jorge y  Narcís Oller i Moragas la lengua catalana resurge de sus cenizas como el ave fénix. También los "Juegos Florales" (Jocs Florals) serán otro vehículo cultural catalán que contribuirá al prestigio de la literatura catalana y, en no pocos casos, conseguirá llegar a las masas. A principios de ese mismo siglo se publican, propiciadas por el recién creado Institut d’Estudis Catalans (1907) las primeras obras para la enseñanza de la ortografía (Normes ortogràfiques y Diccionari ortogràfic ), así como la Gramática catalana de Fabra (1918).
 
Durante la Segunda República (1931-1939), Cataluña, con la Generalitat, no sólo llega a alcanzar una cierta autonomía política sino que recupera el catalán como lengua oficial. Pero finalizada la guerra civil con la victoria de los insurrectos, Franco volvió a prohibir el catalán, que sólo se hablaba en el ámbito familiar. Cualquier “gris” o guardia civil podía espetarle a un catalán que utilizaba su lengua vernácula: “¡habla en cristiano!” y el pobrecito tenía suerte si, para que aprendiese bien la lección, el energúmeno en uniforme no se lo llevaba detenido al cuartelillo (aunque sólo fuese para pegarle un buen susto).
 
En plena represión cultural franquista, es a un menorquín, Francesc de Borja Moll Casasnovas (1903- 1991), un lingüista autodidacta, que había trabajado desde muy joven codo con codo con Antoni María Alcover en proyectos filológicos como el Diccionari català-valencià-balear, a quien le corresponde el honor de ser el padre de la Gramàtica d’Història Catalana (1952), utilizada por generaciones de alumnos para aprender a escribir correctamente el catalán. Moll y su Editorial Moll, fundada en  1934 y dedicada exclusivamente a la edición de obras en catalán y/o mallorquín, jugó ya en la posguerra un papel de enorme importancia en el restablecimiento literario y cultural del catalán. El Diccionari Català - Valencià - Balear, de 10 volúmenes, iniciado por Mosén Alcover  en el año1900 y completado por Francesc de B. Moll  en el año 1962, es un inventario exhaustivo de la Lengua Catalana que todavía hoy tiene vigencia. En la actualidad, son sus hijos y nietos los encargados de continuar su obra.
 
Con la instauración de la democracia, y la puesta en marcha sus instituciones, la Generalitat presidida por Jordi Pujol, que sucedió a Josep Tarradellas como “honorable” al frente de esa institución (ese gran catalán, curtido en el exilio, que supo desde un principio que la Generalitat pasaba por Madrid), inició a principios de los 80 el plan de “inmersión lingüística”, ideado para contrarrestar la preponderancia del castellano en las escuelas y los medios de comunicación. Y lo hizo con éxito.
 
Al principio, era chocante oír hablar a J.R. en catalán en la serie Dallas. Luego, poco a poco, la gente se fue acostumbrando. Y si antes la mayoría de los catalanes, de pura cepa o castellanohablantes, hablaba mal y escribía todavía peor el catalán, ahora sucede todo contrario: la mayoría de los catalanes de a pie hablan y escriben el castellano con gran número de errores gramaticales, especialmente en la sintaxis. De la ortografía ya ni hablo, porque –gracias a las diferentes Leyes de Educación– en esta materia también suspenden casi todos los alumnos que viven fuera de Cataluña.
 
A mí personalmente, el catalán me encanta. No lo sé hablar, pero sí leer y lo entiendo bastante bien pues la familia de mi esposa era oriunda del Alt Urgell y de la Cerdanya y en su casa siempre se ha hablado el catalán.
 
Sin embargo, considero que en Cataluña ninguna lengua tendría que ir en detrimento de la otra. El bilingüismo es un tesoro que muchos, por falta de perspectiva, no saben apreciar. Franco perpetró el crimen de la imposición lingüística a los catalanohablantes. Sería un error garrafal y una falta de visión política si el nacionalismo catalán fuese ahora por los mismos derroteros de aquellos que entonces le negaron el bilingüismo al pueblo catalán.

MM/MR
 
 
 
 

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