domingo, 5 de abril de 2015

Atalaya: El crucifijo



La llamada Semana Santa trae consigo, no sólo en España, una gran profusión  de crucifijos, algunos, verdaderas obras de arte. La mayoría de los crucifijos exhiben a una criatura humana, atormentada o agonizante.

Los romanos se reían de los cristianos porque adoraban a un dios muerto. Pero por otra parte, cuánta sangre han hecho correr los cristianos en nombre del crucificado. Cuánta crueldad. Más que los protestantes (Lutero), los católicos de la Edad Media y parte del siglo pasado han quemado, ahorcado, dado garrote vil o fusilado (a través del poder civil) a quienes creían herejes, las brujas, los enemigos de la Iglesia y a los llamados rojos-ateos. Hoy, también la Iglesia quiere humanizarse. El Papa Francisco no permitiría tales desmanes mientras viva.

Para mí, el crucifijo es ante todo el símbolo de la lesa humanidad, de quienes sufren cárcel y tortura en los países dictatoriales por sus ideas y su ansia de libertad. Me molesta el mal uso que se hace del crucifijo de Jesucristo, que quizás, tal como se inculca a la gente, sólo fuera uno de los mitos del cristianismo. En las crónicas que enviaba a Roma el sangriento Poncio Pilatos, no consta, según historiadores ni el nombre de Jesús ni el de Jesucristo.

La cruz no es sólo el objeto obligado en las iglesias y en las escuelas, también puede formar parte de condecoraciones. Lo que más me indigna es que un símbolo tan importante sirva para adornar el pecho de cantantes de rock, de niños pijo o los escotes de las ninfas de hoy.

 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario