lunes, 18 de mayo de 2015

Atalaya: Esperanza Aguirre




Recientemente vimos, oímos y leímos cómo se quejaba doña Esperanza Aguirre por la cantidad de gente que duerme en las calles de Madrid. A ver si la Aguirre lo hace mejor que su antecesora en la alcaldía madrileña, Ana Botella, la del café con leche, esposa de otro carrerista de la política en nuestra singular democracia, José María Aznar.

A Esperanza Aguirre, candidata a dedo (como toda la gente del PP, empezando por el propio Rajoy, que está donde está por el dedazo del nuevo rico “héroe de Irak”, aliado con el anodino ex presidente de USA, Mr. Bush), no le gusta ver a los sin techo pernoctando en las vías madrileñas. Si la señora Aguirre, tan liberal y dicharachera ella, cogiese una manta y se tumbara en una acera, junto a alguien que duerma bajo las estrellas, y entablara conversación con su vecino de dormida callejera, se enteraría, como debe una buena alcaldesa (si los madrileños la eligen), del placer que supone dormir al raso en cualquier esquina, portal o arcada), y más todavía si llueve, nieva o graniza. Podría enterarse de la tragedia de sobrevivir que supone para un indigente el no poseer los millones de la candidata a alcaldesa. También podría escuchar los lamentos, mezclados con rabia, de los sin hogar, de esas familias desahuciadas por los bancos por no poder seguir pagando la hipoteca, que en su día les fue casi regalada. Rodeados por la policía, por si acaso, familias enteras y solteros ven como sus casas son vaciadas y cerradas sin piedad, al tiempo que ellos, si no tienen parientes que los acojan, se ven  “en la puta calle” (y perdonen la expresión…). Luego se supo que los bancos, una vez más,  hacían negocio con el dinero de todos cediendo la gestión de esos activos a “fondos buitre” (como el grupo Cerberus Capital Management, para el que trabaja José María Aznar junior), que venden o alquilan esas viviendas a otras personas con más dinero.

Pero lo que realmente preocupa a Esperanza Aguirre son los turistas, que podrían llevarse una muy mala impresión de Madrid. Como afortunadamente  ya no se gasea a nadie en Europa, tampoco a los indigentes y los parados, una  señora Aguirre, como alcaldesa liberal y social, tendría que hacer una campaña contra los ruines banqueros y obligarles a devolver sus pisos o viviendas a los desahuciados, que habrían de comprometerse a seguir pagando la hipoteca cuando, gracias a Rajoy y su eco, Montoro, nuestra economía siga creciendo y continúe bajando el número de parados. Como esto va a ser dentro de muy poco tiempo, entretanto una alcaldesa Aguirre debería distribuir gratuitamente sacos de dormir (como los que usan los campistas y alpinistas) y -como homenaje a la agudeza retórica en inglés de Ana Botella-, repartir  termos con café con leche a los acostados en la vía pública. Claro que tal vez fuese más efectivo que la señora Aguirre, que no se come la lengua, les cantara las cuarenta, además de a Rajoy, como jefe de la tribu, a los responsables de lo social y al gobierno entero, por no atreverse a adoptar enérgicas medidas contra los bancos usureros. 
 
Por lo demás, que se tranquilice la tal vez futura alcaldesa (a lo mejor le quita a Rajoy la presidencia del Gobierno): también en otras ciudades europeas existe el mismo problema, agudizado por la droga. En Zurich, Francfort, Berlín, Viena y un largo etcétera, las autoridades municipales no se escandalizan por lo que piensen los turistas. Se esfuerzan por solucionar esta problemática social de la forma más rápida y humana para los afectados.
 

 

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