viernes, 31 de julio de 2015

Cultura: Van Gogh o “nadie es profeta en su tierra”



Ayer se conmemoraba el 125 aniversario de la muerte del genial pintor holandés Vincent van Gogh. Un acontecimiento que la Fundación Van Gogh Europa, formada por 30 organizaciones de los Países Bajos, Bélgica, Francia e Inglaterra, había venido preparando desde hace años bajo el lema: “125 años de inspiración”. Un sugestivo título para  los innumerables eventos (exposiciones, sesiones de danza, cine, teatro), repartidos en 30 localizaciones distintas. El pistoletazo de salida para estos actos tuvo lugar el 19 de diciembre de 2014 en la iglesia Van Gogh Kerk de Nuenen-Etten-Leur, en la provincia de Brabante, al sur de los Países Bajos, con un documental sobre la época en la que Vincent vivió en esa pequeña localidad,  donde su padre era el pastor de la Iglesia Reformista.
 
Desde ese mismo momento, el “Año van Gogh” no paró de sorprendernos porque muchos países, incluso los que no habían tenido ningún tipo de relación con él, querían rendir pleitesía a este gran artista cuya valía, como sucede muchas veces con aquellos que se adelantan a su tiempo, no obtuvo el merecido reconocimiento hasta después de su prematura muerte con tan sólo 37 años.
 
Van Gogh fue un personaje difícil. De hecho, no se llevaba bien con casi nadie, incluido su propio padre. Su mirada torva y penetrante y sus bruscos modales inspiraban temor entre los campesinos de su localidad, que le pusieron el sobrenombre de “el loco” por los ataques de ira y los delirios que sufría. Otros, más caritativos, prefirieron apodarle “el rojo” por el color de sus cabellos. A pesar de la animosidad de sus vecinos, van Gogh pintó en su pueblo natal 550 obras, un cuarto de su producción completa. Una de las obras más famosas del artista, “Los comedores de patatas”, la pintó precisamente en este odiado pueblecito, al que tuvo que regresar tras innumerables fracasos profesionales, enfermo y totalmente arruinado, para que sus padres le diesen cobijo.

Los comedores de patatas
Van Gogh es uno de los pioneros del arte moderno, considerado junto a Gauguin y Cézanne como uno de los padres del postimpresionismo. Fue un pintor incomprendido que sólo consiguió vender en toda su vida dos dibujos a un pastor protestante y un único cuadro, “Viñedo rojo”, a la pintora belga Anne Boch, quien según dicen lo adquirió por pena poco antes de su supuesto suicidio.
 
El rasgo más característico de los cuadros de van Gogh es su pincelada gruesa y esos trazos de paleta que se podrían calificar de bastos si no fuese porque, en su conjunto, consiguen dar a la obra una profundidad y luminosidad difíciles de describir si no se ve el cuadro colgado de una pared blanca.
 
La luz y el color son notas distintivas de  la obra de van Gogh, especialmente la del periodo provenzal, que él supo plasmar en el lienzo como nadie y que ha intentado ser imitada con mayor o menor éxito por algunos artistas contemporáneos. Por ejemplo, el estadounidense Stefan Duncan, el ruso Vitali Komrov  o el irlandés David Lee Tiller son tres excelentes y afamados pintores que, sin embargo, no han conseguido alcanzar la brillantez de colores del maestro van Gogh, su abiertamente confesada fuente de inspiración.

Huerto en flor con vistas de Arles
Pero no voy a cansarles aquí con más detalles que pueden leer en publicaciones especializadas como “Biografías y vidas” (La Enciclopedia biográfica en línea). Prefiero intentar transmitirles el respeto que sentí ante cuatro de sus obras que tuve la suerte de poder contemplar en persona, al ser propiedad del Bayerisches Staatsmuseum-Neue Pinakothek (Museo Estatal Bávaro-Nueva Pinacoteca) de Múnich, ciudad en la que yo he pasado más de media vida. Se trata de: “Llanura cerca de Auvers”, “Tejedor frente a una ventana abierta”, “Huerto en flor con vistas de Arles” y “Doce girasoles en un jarrón”.
 
No soy crítica de arte ni me atrevería a meterme en un jardín tan complicado en el que solo podría cosechar críticas. Pero desde mi juventud me he sentido muy atraída por la pintura, casi más incluso que por la música y los libros. Aunque me gustan mucho los postimpresionistas, van Gogh no es ni mucho menos mi  favorito, me gusta mucho más Cézanne. Sin embargo, de toda la obra expuesta en Múnich, tengo que reconocer que me dejó muy impresionada esa mezcla magistral de tonos amarillos, ocres, azules, lilas y verdes que juegan con los contrastes de sol y sombra. De sus cuatro pinturas del museo muniqués me quedo con “Doce girasoles en un jarrón” por ser la que más me impactó (la foto que he encontrado no le hace honor). La serie “Los girasoles” es, al parecer, el tema de naturaleza muerta más famoso del mundo y, sin lugar a dudas, el más conocido del pintor. Puede que a ello haya también contribuido la curiosa historia de su gestación.

Doce girasoles en un jarrón
A principios de 1888 van Gogh se instala en la “casa amarilla“ de Arles, en plena Provenza. Viene de París y el sol del Mediterráneo parece cautivarle. Invita a su amigo Gauguin pero éste no parece tener muchas ganas de visitarle. Hasta el momento en que el hermano de Vincent le ofrece un dinero para que vaya a pasar una temporada a Arles para hacerle compañía. Gauguin, que en ese preciso momento está pasando por apuros económicos, accede. Van Gogh, que recibe alguna ayudilla de su hermano pero no cuenta con grandes recursos para decorar la casa, decide pintar unos cuadros que reflejen la esencia de la Provenza y, al mismo tiempo, escondan la desnudez de las blancas paredes encaladas de su modesto domicilio. Elige el tema de los girasoles, flores luminosas donde las haya y omnipresentes en la Provenza. Recordaba que, todavía  en París, había realizado varios cuadros de girasoles cortados que Gauguin había alabado mucho.
 
Dicho y hecho. En un tiempo récord (al parecer pintaba un cuadro al día), van Gogh acabó 7 cuadros que, sin sospecharlo, terminarían formando parte de la Historia del Arte moderno: tres con catorce girasoles, dos con doce, uno con cinco y otro con tres, todos ellos en su jarrón.
 
No sé qué pensaría Gauguin realmente sobre la colección de girasoles. Seguro que se quedaría tan impresionado como yo ante su estética colocación, la riqueza de su colorido y esa maravillosa luz que los iluminaba.
 
El pobre van Gogh nunca llegó a saber que no tardaría en cumplirse esa frase profética que un buen día escribió resignado a un amigo: “Seguramente reconocerán mi trabajo después, y escribirán sobre mí cuando esté muerto y me haya ido". Tenía razón.

Margarita Rey
 
Si desean más información sobre las diversas exposiciones y actividades en lo que resta de “Año Van Gogh, pueden consultar las siguientes páginas web:

Año van Gogh: www.vangogh2015.eu
Museo Van Gogh Ámsterdam: www.vangoghmuseum.nl
Museo Kröller-Müller: www.klollermuller.nl
Museo Thyssen-Bornemisza: www.museothyssen.org
Casa Van Gogh: www.vangoghhuis.com

 

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