viernes, 17 de julio de 2015

Pincelada: Lepanto





Grecia viene apareciendo en los titulares de los medios y abre los informativos de las televisiones, porque detrás de lo financiero está algo mucho más trascendental para toda Europa Occidental y Ultramar.

Cierto. El pasado referéndum griego, que según el nuevo jefe del Gobiero, Tsipras, tenía que haber sido un ardid para asustar al resto de la UE, en primer lugar a Alemania, que es la que más pierde si Grecia se hunde, ha resultado carambolesco al decidir el parlamento heleno casi en favor del SÍ, a pesar de haber ganado el NO.

¿Conocen los griegos su Historia? No nos vamos a remontar a los tiempos de Homero. Es todavía casi actual.  Esto debieran saberlo los que ahora se manifiestan por una reducción del Ejército griego. Sin el apoyo militar de la NATO (OTAN), Grecia quedaría en manos de Turquía, el ancestral enemigo de Europa Occidental, que estaba enteramente bajo el poder de los otomanos desde que,  en 1460, cayó el último bastión de la resistencia griega en las montañas del Peloponeso.
 
Los turcos querían destruir a España desde la sublevación de los moriscos de las Alpujarras. Para los  otomanos, Túnez era una magnífica base para apoderarse de la antigua tierra islámica Al Andalus y, desde allí, conquistar la actual Europa Occidental. Pero la batalla decisiva que echó por tierra las ambiciones de Salim II, que quería conseguir el sueño de su padre Solimán el Magnífico (fallecido en el sitio de Szeged/Hungría, en 1566) de conquistar Europa,  fue la de Lepanto, en el estrecho que separa el golfo de Patras (península del Peloponeso), del golfo de Corinto. Hacía décadas que la armada turca tenía su base de operaciones en Túnez. Desde allí, con pequeñas embarcaciones, sembraba el terror entre los cristianos. Guerreros, piratas y secuestradores turcos estaban ya a punto de dominar el Mediterráneo occidental.
 
Ante la amenaza turca en el Mediterráneo y en las sucesivas incursiones hasta las puertas de Viena, los cristianos fundaron en 1570 la Liga Santa (integrada por el Papado, la República de Venecia, el Ducado de Saboya, la Orden de Malta y la España de Felipe II). Nombraron como  generalísimo al caballero español Don Juan de Austria (hermanastro bastardo de Felipe II), quien al mando de la flota de la Liga destruyó a la armada otomana capitaneada por Alí Bajá.   Gracias al dominio de las artes guerreras y al arrojo de los hombres al mando de  Don Juan de Austria,  en Návpaktos (Lepanto) se pudo frenar el expansionismo turco en el Mediterráneo y salvar la civilización occidental (o "cristiana", como se la llamaba entonces). A partir de ahí la decadencia otomana, también en el continente europeo, fue imparable.
 
Sin embargo, los turcos permanecieron en Grecia hasta que los griegos se levantaron contra la ocupación en 1821, en la llamada "Guerra de la Independencia", que duró hasta 1827 (aunque, debido a la inestabilidad civil, se podría decir que terminó realmente en 1832). Esto es sólo un capítulo de los muchos enfrentamientos entre turcos y griegos. Los turcos siguen manteniendo su ambición de poseer todo el Egeo. En Chipre han tenido que conformarse con la mitad de la isla, que mantienen fuertemente armada. Rechazan cualquier intento de federación con los helenos.

El gobierno de Erdogan se presenta como islamista moderado. ¿Y si se agudiza el Estado Islámico, ISIS, y la yihad se extienden también a Turquía? Estas son ya preguntas que ocupan a EE UU y deberían preocupar a Angela Merkel y al resto de Europa cuando se trata de  Grecia y sus enormes deudas. La debilitación de los griegos nos importa a todos y, muy especialmente, a los países mediterráneos, que hemos creado una civilización y una cultura humanista, contraria a la de los medievales musulmanes.

El ministro de Asuntos Exteriores, Juan Manuel García Margallo ha declarado a los medios que la solución al conflicto con Estado Islámico, yhia, ISIS y Siria solamente puede ser militar. En esta delicada situación que nos atañe a todos, ¿puede realmente dejarse solos a los griegos?
 
 

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