domingo, 11 de octubre de 2015

Pincelada: "Torpedo" Müller





Ayer fue el Día Mundial de la Salud Mental, para promover el respeto hacia las personas que sufren algún tipo de trastorno psíquico y que, año tras año, se enfoca sobre un trastorno emocional o de conducta específico. Esta vez, haciendo hincapié en el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos donde se afirma que: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos", el lema elegido por la OMS (Organización Mundial de la Salud) fue “Dignidad y Salud Mental”. Además de la información distribuida por la OMS, también pueden leer siguiendo el enlace un interesante artículo sobre este mismo tema, con entrevistas a personas aquejadas de alguna variación de estos males del alma, que publicó ayer El Huffington Post.

A pesar de que el Alzheimer esté considerado como una enfermedad cerebral neurodegenerativa (cuyo Día Mundial se conmemora el 21 de septiembre), por asociación de ideas, pensé en una noticia que me estremeció cuando la oí por primera vez en en la radio a principios de semana. Me refiero al comunicado del BAYERN Múnich haciendo pública la enfermedad que venía padeciendo desde hace bastante tiempo una leyenda del fútbol alemán, Gerd (“torpedo”) Müller. El BAYERN quiso adelantarse así al 3 de noviembre, fecha del 70 cumpleaños de Gerd, en la que todos sus fans esperaban que se celebrase una fiesta por todo lo alto en la sede del BAYERN München. Posteriormente, en una rueda de prensa, el jefe del consejo de administración del Club, Karl-Heinz Rummenigge, recordó a Müller como uno "de los más grandes del fútbol mundial" y pidió para él y para su familia respeto en esta complicada situación.

Sabía, por haberlo leído en la prensa alemana, que Gerd había tenido graves problemas con el alcohol. Sin embargo, lo de su enfermedad se había llevado con tal discreción que muy pocos estaban al corriente de ella.

Aunque no soy nada futbolera, Gerd Müller forma también parte de mi pasado porque  está estrechamente ligado a mis años de recién casada, cuando Miguel Ángel, sobrino de mi marido, se vino a vivir con nosotros a Múnich. A Miguel Ángel sí que le gustaba mucho el fútbol y se le llenaba la boca de alabanzas hacia ese tándem único que formaban ya en 1968 (¡ahí es nada!) el basto pero efectivo Gerd Müller y el elegante Franz Beckenbauer (por aquel entonces, ni Gerd era todavía “torpedo” ni Franz se había ganado aún el sobrenombre de “káiser”).

En ese mismo equipo, que ya estaba despuntando como uno de los mejores de Europa, formado básicamente por muchachos procedentes del barrio obrero muniqués de Giesing (lo cual no les impidió convertirse, a medida que sus arcas se iban llenando, en defensores a ultranza del líder de la derecha alemana más rancia, Franz Joseph Strauss), donde el FC BAYERN también tiene su sede (antes en un modesto edificio, actualmente, en un caserón de dimensiones palaciegas), jugaban por aquel entonces aparte de Müller y Beckenbauer, Hans-Georg Schwarzenbeck, Franz Roth y, como portero,  Sepp Meier. Un par de años más tarde se unirían a ellos Karlheinz Rumenigge, Ulrich Hoeness y Paul Breitner, “Paul el rojo”, un socialista intelectual y una “rara avis” entre sus ultraconservadores y poco cultos compañeros de equipo. En esos años, sus jugadores se dedicaron a acaparar títulos en la Liga nacional (Campeones de la Bundesliga) y a nivel internacional, (Copa y Recopa de Europa e, integrados en la selección nacional alemana, Campeones del Mundo).

El paticorto y algo rechoncho Gerd Müller inició su gran carrera dentro del FC BAYERN München en 1964, con apenas 19 años. Precisamente por su apariencia física, Müller no parecía destinado a ser delantero centro. Sin embargo, la fuerza y la certeza de sus tiros a puerta le convirtió, con 735 goles, en uno de los máximos goleadores de la historia del fútbol. Sus hazañas eran ampliamente comentadas los lunes a la hora del café de media mañana en todas las oficinas y baretos de Baviera. Ese era también el caso en mi empresa, donde mi jefe, socio del BAYERN, no dejaba de castigarme los oídos con los chupinazos que Müller había pegado al balón, cada vez que yo tenía la desgracia de estar presente durante su conversación con algún cliente o con el proveedor de turno.

Fueron los mejores años del mítico FC BAYERN München. Tras esos grandiosos éxitos, Gerd no estaba mentalmente preparado para asumir que su carrera comenzaba a decaer. En 1979, con 34 años, fichó con el equipo americano de Florida, Fort Lauderdale Strikers, pero no se hizo ni al idioma ni a la forma de vida americana. En 1982, decidió colgar las botas y tras hacer quiebra el restaurante que había montado en Fort Lauderdale, regresó a Alemania. En Múnich intentó poner en pie varios proyectos empresariales que, desafortunadamente, fracasaron. Eso, unido a una crisis matrimonial, le llevaron a caer en las garras del alcohol. De no haber sido por el FC Bayern, que le confió el entrenamiento de su equipo juvenil, y de la paciencia de su mujer Uschi, su amor de juventud que volvió junto a él y le ayudó a superar la adicción, es muy probable que Gerd Müller hubiese acabado en el arroyo.

Desgraciadamente para él, pero sobre todo para sus familiares y personas más allegadas, el destino le tenía deparada una mala jugada, la enfermedad del olvido, que probablemente le acechaba desde hacía tiempo, hizo su aparición de forma brutal en 2011, cuando la policía de la ciudad italiana de Trento lo encontró deambulando perdido y en estado de completa desorientación en el centro de la ciudad, donde estaba preparando la temporada con el plantel de reserva del Bayern.

Desde que contrajo la enfermedad, los directivos del FC Bayern estuvieron siempre al lado de uno de sus mejores jugadores a lo largo de toda su historia, brindándole apoyo moral y material. Desde el pasado mes de febrero, Gerd Müller está ingresado en una residencia especializada donde, debido a lo avanzado de su enfermedad, recibe el tratamiento y los cuidados específicos de forma más adecuada que en su propio domicilio.

Si han oído alguna vez hablar de Gerd Müller o les interesa el tema, les propongo que sigan el enlace y lean el articulazo de Martí Perarnau titulado “Gerd Müller: que no nos falle la memoria...”, publicado el 8 de octubre en Marca.com.

Margarita Rey

 




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