viernes, 18 de diciembre de 2015

Atalaya: Cuidemos nuestra lengua





El conocido filólogo español, Ramón Menéndez Pidal, opina en uno de sus numerosos libros sobre la lengua española, que entre otros factores el castellano nació del mal uso del latín vulgar (que hablaban los legionarios romanos) que hacían los habitantes de la Península Ibérica, que, al parecer –digo yo- eran duros de oído y pronunciaban mal los vocablos latinos. Todavía hoy se da este caso con el nombre de una compañía de seguro de enfermedad: “Sanitas” (Salud). La gente dice “Sanítas”, en vez de Sánitas que sería lo correcto. El error está ya tan extendido y aceptado que la propia compañía se anuncia como “Sanítas.

La Real Academia Española es la institución ha de velar por un español correcto y homogéneo. No es tarea fácil si se tiene en cuenta que según cálculos del Instituto Cervantes, el español, con diversos matices, es hablado por unos 559 millones de personas (incluidos los hablantes de dominio nativo), sobre todo en Hispanoamérica, donde también proliferan multitud de Academias de la Lengua, con la pretensión de que la Real Academia Española acepte e incluya en sus diccionarios términos que sólo son propios de un determinado país latinoamericano.
 
Entretanto ya nos hemos acostumbrado a que en Argentina y Cuba los españoles seamos los gallegos. También en los medios de comunicación radio y televisión españolas se tiene en cuenta que el verbo “coger” es en  Argentina una palabra soez (significa “joder”) y se sustituye este verbo tan latino por otros como “tomar", “pillar”, “asir”, “aprehender”, “agarrar”… Existe un chiste muy famoso en Argentina. Un español pregunta a un hombre en la calle que dónde se puede coger a un taxi, a lo cual contesta el argentino: “como no sea por el tubo de escape...”. Sin embargo en otras naciones sudamericanas, “joder” no tiene ninguna connotación sexual. Significa sencillamente “fastidiar”, como dice la canción: “Joder qué catarro que me está jodiendo..”
 
Las Conchas y Conchitas lo tienen crudo en Chile, donde esa palabra significa el órgano sexual femenino. Para un chileno, La Concha de San Sebastián debe de ser una prostituta muy popular en aquella ciudad vasca. Por otra parte, los iberoamericanos deben tener cuidado cuando vengan a España, que no les ocurra lo que le pasó a una informática portorriqueña, invitada por su jefe a una fiesta. Cuando el director la presentó a su esposa, la portorriqueña quiso agradar a su director y dijo: “¡Pero qué pava es su esposa!”. Al matrimonio le sentó muy mal el piropo. En Puerto Rico “pava” significa guapa, elegante. Al revés, no alabemos a nadie en Colombia llamándole “guapo”: la palabra significa allí “feo”.

Pasemos al español, que es el tema que he elegido esta vez para Atalaya. Si Menéndez Pidal viviera y  escuchara cómo se habla ahora en España, seguro que le embargaría una filológica cólera y que se preguntaría para qué sirve la Real Academia Española, que no sólo tolera los disparates lingüísticos, sino que en ocasiones los avala y, en otras, los silencia. Tomemos como ejemplo el verbo “adecuar”. Siempre habíamos dicho “adécua” (acento sólo fonético). Ahora se dice oficialmente “adecúa” y lo mismo ocurre con el verbo “evacuar”.

Una importación sudamericana en los años 90 fue el llamado dequeísmo, construir con la preposición “de” expresiones como “opinar, pensar, creer…de que…”. Otra tontería es la expresión, que parece querer abrirse paso, “ambos dos”. Se trata de una redundancia ya que “ambos” significa “los dos”.
 
La Real Academia Española permite que se vaya suprimiendo el pronombre (posesivo) “cuyo”, empleando en su lugar complicadas construcciones: “El padre, el hijo del cual se hizo cargo de la empresa…” ¿No es más fácil decir: “El padre, cuyo hijo?” Siempre pego un respingo cuando oigo frases como: “Los bomberos llegaron en el punto álgido del fuego”. Álgido siempre había sido un término médico, que significaba el punto más bajo de la temperatura. Para mí es un misterio cómo “álgido” de significar lo más frío, ha pasado a ser “lo más caliente”, “la cumbre”.

Si echamos un vistazo a la gramática también tenemos motivos para preocuparnos. El pretérito imperfecto expresa una acción en el pasado que  no ha concluido. “El automóvil circulaba en la dirección contraria”. Se usa principalmente cuando una acción que sucedía es interrumpida por otra acción: “El automóvil circulaba en la dirección contraria, cuando fue sorprendido por la Guardia Civil de Tráfico”. En obras literarias puede usarse también estilísticamente: “No la conocía. Había cambiado tanto…”. Lo incorrecto es el uso constante del pretérito imperfecto en vez del indefinido: “La policía detenía a dos sospechosos…”. Falso. Correcto en este caso es: “La policía detuvo a dos sospechosos”.

El condicional expresa una acción dependiente de que ocurra otra acción o se presente una situación distinta. “Iría a Noruega si no hiciese tanto frío allí”. En los medios se ha introducido el condicional cuando algo es una suposición: “X habría malversado 40 millones de euros”.

Ya me he cansado de luchar por el “la” como complemento directo (acusativo), que no debe confundirse con el “le”. .Si digo: “Le vio” no sé si vio a un hombre o a una mujer. Si es una mujer es preciso decir: “La vio”. Cuando es un complemento indirecto (dativo), el “le” vale para los dos sexos. Este error gramatical podemos encontrarlo en los medios, sobre todo en la televisión, pero también en las películas españolas y en los doblajes.
 
¿Qué hace la Real Academia Española contra estos atentados contra la pureza de nuestra lengua? O los bendice o se hace el longuis. También podemos decir que gran parte de los errores del castellano vienen ya de la escuela. No todos los profesores hablan y escriben un buen castellano, y contagian a sus alumnos. Pero las auténticas raíces del mal están en los planes de educación. Me duele decirlo, pero con el régimen franquista era mejor la calidad de la enseñanza, si suprimimos la propaganda fascista de libros de texto como la Historia o las llamadas “Tres Marías”, exceptuando el dibujo.
 
Es un gran error suprimir los fundamentos de las lenguas clásicas (latín, griego), que tan útiles son para aprender la propia lengua y lenguas extranjeras como el francés, el inglés y el alemán. En cambio, yo suprimiría la Religión, sustituyéndola por “Historia de las Religiones”. Materias también muy útiles son la Filosofía y la Ética. El señor Wert se lució con su plan de Educación. ¿Pero qué se puede esperar de un personaje tan sumiso al señor Rajoy y a la iglesia católica española?
 
 
 

 

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