viernes, 18 de diciembre de 2015

Pincelada: La cultura del insulto





Quién más, quién menos habrá oído alguna vez hablar de la proverbial enemistad que desunía a dos de los más grandes maestros de las letras españolas, los poetas Francisco Gómez de Quevedo y Luís de Góngora, que dedicaban parte de su tiempo a lanzarse mutuamente dardos envenenados en forma de  ocurrentes improperios. Todavía tengo grabado en la memoria el satírico soneto “A una nariz”. En él, el madrileño Quevedo, con muy mala uva, hacía malévola referencia al prominente apéndice nasal de su antagonista cordobés, Góngora.
 
Hace un par de semanas que un amigo de Facebook (no recuerdo bien si era el poeta Javier Lorenzo Candel o el letrado Antonio Manuel Núñez-Polo Abad, ambos prominentes albaceteños) compartía una página muy graciosa sobre los ingeniosos insultos que se utilizaban en el Siglo de Oro. Desgraciadamente, la borré por error poco después de leerla y ahora no la encuentro por ninguna parte.
 
Como me quedé con las ganas de saber más sobre el tema, recurrí a internet donde encontré numerosos artículos sobre el arte de insultar. Uno de ellos, es de Beatriz Serrano Molina para la publicación digital Buzzfeed (buzzfeed.com) y lleva el sugerente título “Insulte con propiedad con estas 14 palabras antiguas” y el subtítulo: “Insulte como Quevedo y déjese de menudencias”. El otro, sacado de la revista digital GQ: “221 insultos en castellano que deberías saber”. Si les apetece, pueden leerlos siguiendo los enlaces. Seguro que disfrutarán. Además, el primero de ellos va acompañado de bonitas ilustraciones.
 
Pero de repente, ¡taratachinnnnnnn chinnnn chinnn!, caí en la cuenta de que hace un montón de tiempo habíamos comprado un libro que debía estar dormitando en algún rincón remoto de nuestra biblioteca. Y ya conocen el dicho: “quien busca encuentra”. Finalmente, di con él en una de las estanterías dedicadas a la lingüística. Se trata de “El gran libro de los insultos” de Pancracio Celdrán Gomáriz.
 
En esta obra, bastante diferente a las demás, el autor no sólo se ha dedicado a recopilar más de 10.000 palabrotas para todas las ocasiones y situaciones que forman o formaron parte del vocabulario de España  e Hispanoamérica, la mayoría de ellas desconocidas para el común de los mortales, entre los que yo me cuento. ¿O les dicen algo los términos "culichichi" o  "culuchiche" (un correveidile rastrero, adulador y lamec….) o “dondorondón" (personaje irreal fastuoso y a la vez ridículo)? En las 1056 páginas del volumen,  Celdrán Gomariz explica también su significado, su historia y su recorrido semántico. Además, el prologuista del libro es nada más y nada menos que Antonio Fraguas, "Forges". Y, por si eso fuera poco, pueden también encontrarlo en versión PDF en internet.
 
Por cierto, Pancracio Celdrán Gomariz acaba de publicar una nueva obra que viene como anillo al dedo a la campaña electoral que estamos viviendo. Su título: "Manual de insultos para políticos". En 458 páginas el autor explica el significado de palabras como: “uñilargo” o “cogecosas” (político del siglo XIX que, cuando dejaba su escaño, arramblaba con todo lo que podía llevarse: lápices, gomas de borrar, etc.) o, ya más moderno, “izmierdoso” (político de la izquierda radical).
 
Así que, si se cruzan por el camino con algún político que les caiga particularmente mal en pleno speech, en lugar de liarse a bofetadas con el policastro, suéltenle un rotundo “urdemalas” (individuo tendente de manera natural hacia la conspiración y la intriga), mucho más elegante y menos violento que la chufa que le pegaron ayer a Mariano Rajoy.
Margarita Rey
 

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